Todos, como seres humanos, somos lo que hacemos y no lo que decimos ser. Los hechos son la palabra más importante. Son tu mejor descripción. No podemos pretender enseñar lo contrario de lo que practicamos y, sobretodo, no podemos pedir lo contrario de lo que hacemos.
Continuamente nos quejamos de las actitudes de las personas. Esperamos que nos traten bien, que nos quieran, que nos acepten. Pero dejamos de lado cómo nos comportamos nosotros. ¿Realmente predicamos con el ejemplo?
Lo que está claro es que no puedes pedir amor cuando tú no (te) lo das. Ni pedir respeto cuando tu no (te) lo das. Porque no conviene pedir aquello que no eres capaz de dar.
Dar ejemplo no es la principal manera de influir sobre los demás; es la única manera.
Tu relación con las personas no es algo superfluo. No es poco importante. Lo que tú haces en esta vida, la forma en cómo te relacionas con los demás, importa. Importa mucho. Es tu huella, tu identidad. Tu marca personal, como dicen ahora.
Por cómo tratas a las personas, se puede saber perfectamente cómo eres.
No importa lo profundas que sean nuestras palabras o lo bien que hablemos, lo que al final nos define es nuestro comportamiento. Tu autoestima, tus valores, tu capacidad de empatía, es lo que refleja tu identidad como persona. Y es lo que vas a dejar en la memoria de las personas.

Life & emotional coach. Apasionado de la vida y de la evolución personal. Porque ser uno más es ser uno menos…