Déjate caer. Así de simple, y así de complicado.

Porque, a veces, caer es volver a empezar. Cuando caemos, nuestro primer pensamiento es levantarnos lo más rápidamente posible. No soportamos el dolor, el ensuciarnos en el barro. Queremos ir impolutos, por lo que a veces olvidamos escuchar el mensaje que lleva implícito el dolor.

Y los momentos dolorosos no se pueden evitar, forman parte de la vida. Evitar el dolor es evitar crecer. Y sin dolor no hay crecimiento.

Nadie puede escapar al dolor a menos que viva fuera de la realidad. Cuando reconocemos nuestra vulnerabilidad al dolor, de alguna manera estamos aceptando nuestra condición humana. Solo así podremos seguir adelante con más fuerza.

En momentos dolorosos, preferimos no complicarnos la vida, mirar para otro lado, no buscar la verdad, no vaya a ser que si la encontramos no nos guste lo que veamos. Y lo que no queremos ver es lo que realmente nos duele.

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