Ayúdame a tenderte una mano. O, si las necesitas y puedo, las dos.
Pero de verdad, sin la boca pequeña. Deja el orgullo a un lado y levanta la mano. Porque compartir cualquier dolor aligera su peso.
Es cierto que no nos han enseñado a pedir ni a dar ayuda. La mayoría de nosotros hemos crecido en un entorno en el que las intimidades se escondían y los sentimientos se guardaban en el último cajón. Que mostrarnos vulnerables era sinónimo de debilidad. Que había que ser fuerte, olvidarse del malestar y levantarse una y otra vez. Que había que competir en lugar de colaborar…
Pero los tiempos están cambiando. En un mundo cada vez más complicado y en el que no nos han preparado para lo que estamos viviendo y viviremos, el que llega más lejos no es el más fuerte, sino el que se ha hecho fuerte agarrándose a manos amigas.

Life & emotional coach. Apasionado de la vida y de la evolución personal. Porque ser uno más es ser uno menos…