Decía Murakami:

«Y una vez que la tormenta termine, no recordaras como sobreviviste. Ni siquiera estarás seguro de si la tormenta terminó de verdad. Pero algo sí es cierto: cuando salgas de esa tormenta, no serás la misma persona que entró en ella. De eso se trata esta tormenta…».

Hoy, que nuestro mundo gira al ralentí y que observa con el corazón encogido cifras y curvas que no dejan de crecer —y no precisamente de sonrisas— hemos descubierto que somos débiles, muy débiles. Toda una lección de humildad para el hombre moderno.

Y es que, mientras nosotros estamos encerrados, las aguas vuelven a aclararse, el aire huele a limpio, los árboles florecen y los animales pueden habitar en paz por un tiempo. No sé si será el mejor momento para decirlo, pero la naturaleza es tan sabia y mágica que parece que ella misma está limpiándose del mal que le hicimos durante este tiempo.

Nunca olvidaremos cuando una Tierra enferma obligó al mundo a detenerse.

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