Día 30 de confinamiento.

«Querido diario, hoy he llorado. Me duele la vida y tengo miedo …»

Así podría ser la entrada de cualquier diario personal estos días. Unas palabras que reflejan la sensación general de tensión, miedo, incertidumbre o tristeza que, quien más o quien menos, estamos sintiendo y que se nos hacen difícil de asumir.

¿Cómo se puede sentir alguien que acaba de perder una persona querida o su trabajo; que mira su futuro y se le antoja inalcanzable; que la soledad o el miedo a la enfermedad le pesa o simplemente, que amanece roto, de bajón, llorando o deseando otro vivir?

Porque todos nos estamos sintiendo así de vulnerables. A veces más, a veces menos. Y quizás nos da reparo compartirlo, para no molestar, para no manchar esa falsa ilusión de tenerlo todo bajo control o de desenmascarar nuestro supuesto perfil social de éxito y felicidad. Quizás creas —erróneamente— que no puedes decir legítimamente que te sientes triste, cansado, desconsolado o desmoralizado. Que puedes derrumbarte, aunque sólo sean cinco minutos, todos los días. Porque los fuertes también revientan. Y los hay, que siendo fuertes, al reventar piensan que son débiles. Y no. Ser valiente también es aceptar lo que se siente y abrazar el presente aún con todos sus miedos.

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