Tal y como comentaba en el post anterior, muchos de nosotros estamos apegados a los resultados.
Necesitamos que esa persona se derrita por nosotros para sentirnos queridos o deseamos lograr la fama para sentirnos validados por los demás y, sobretodo, válidos para nosotros mismos.
Si lo pienso bien, la necesidad de aprobación y de ser querido es un sentimiento muy humano. Somos seres sociales. E incluso diría que, todos somos, en parte, dependientes emocionales. Pero el problema radica en el grado de apego y en utilizar estrategias para obtener y no perder.
Apegarse a personas, situaciones y cosas es, para mí, el origen del sufrimiento. No es teoría, es experiencia propia. Es aferrarse y luchar por querer conseguir algo, por querer mantenerlo o por no querer perderlo. Ignorando que, cuanto más lo persigues, más lejos estás de atraparlo. Cuando te mueves desde el miedo es cuando dejas de ser tú. Te consume tu Ego, y desde ahí, escondes tu esencia.
Y es que el Ego es muy perspicaz.
Cuando estás dormido, te acostumbras a echar la culpa a los demás, a la situación. O a tu historia personal. Es muy fácil desviar la mirada hacia fuera y sentirte una víctima. De ahí, que intentes salir pitando de la situación que te produce sufrimiento. Huyes de personas y de situaciones pensando que alejándote se irá tu malestar. Piensas que, muerto el perro, se acabó la rabia. El Ego quiere sobrevivir a toda costa. Pero no, solamente es un alivio temporal. Estás intentado parchear la consecuencia, porque la causa sigue latente en ti, y la vida te lo va a ir repitiendo hasta que aprendas el mensaje implícito que lleva esa experiencia.
Luego, cuando vas creciendo emocionalmente, pasas de echar la culpa a los demás y te la echas a ti. Porque eres consciente de que lo de afuera es un reflejo de lo que eres por dentro. Pensando que tú tienes la culpa de todo lo que te pasa. Misma culpa, pero diferente actor. Te culpas por desear, por no ser perfecto, por ser humano. Por no ser capaz de saber gestionar tus sentimientos cuando tu ya sabes mucho!!!. O eso crees, porque, en el fondo, te das cuenta que sigues siendo un ignorante de la Vida.
¿Y dónde te lleva esto? Pues que, a parte de ansiedades, miedos y mucho sufrimiento, sigues siendo esclavo de tu propio Ego.
La verdadera liberación aparece cuando lo reconoces, lo aceptas y lo dejas ir con agradecimiento.
Cuando reconoces que te está pasando algo. Que hay algo en ti que te duele, que estás sufriendo. Cuando te das cuenta que esa situación está afectando a tu salud emocional. Que por mucho que golpees, el obstáculo no se rompe sino que, quien se está rompiendo eres tú. A lo mejor por fuera, pero seguro que por dentro.
Cuando dejas de luchar, inicias el camino de la transformación. Es cuando aceptas la situación tal cual es, aunque duela. Sin filtros, sin velos, ni anestesias. Lleno de humildad y carente de vanidad. Cuando te das cuenta que, lo que está pasando y, sobretodo, lo que estás sintiendo, puede no gustarte, pero está ahí para que aprendas y crezcas.
Aceptar la situación en lugar de tratar de ocultarla, es la mejor manera de adaptarse a la realidad.
Cuando entiendes que tus deseos no siempre se cumplen, y que está bien así. Cuando aceptas perder, porque sabes que en el fondo vas a ganar. No es resignación. No es negar, sino dejar de sentirse una víctima y hacerse responsable con lo que hay.
Porque si no somos capaces de aceptar lo que somos o lo que vivimos, jamás seremos capaces de cambiar la situación en la que estamos.
Cuando aceptas, lo dejas ir. Lo sueltas. Te entregas a la Vida y te liberas. Dejas ir el control y que pase lo que tenga que pasar. Confías en que será bueno. Que el Universo, Dios, tu Ser Superior o como quieras llamarlo, se va a encargar de proporcionarte las personas, situaciones y cosas necesarias para tu evolución. Que lo que hoy no, mañana puede que sí.
Es soltar las expectativas y fluir con los cambios. Es pensar que está bien si pasa pero, que también lo está si no. Es dejar de forzar una situación para que se dé como uno desea que se dé, aunque no haya los elementos adecuados para que así suceda. Es aceptar que nada es tuyo, que la vida te lo alquila, te lo presta para que lo disfrutes mientras lo tienes.
Lo que niegas te somete, lo que aceptas te transforma – Carl J. Jung
Dejar ir es dejar llegar, es reconocer el aprendizaje de las consecuencias naturales. Admitir la impotencia de que el resultado no está en nuestras manos y que no necesitamos saber el cómo, el cuándo o el dónde.
Dejar ir no es huir y olvidar, es permanecer y recordar. Es agradecer por anticipado por lo que fue o lo que nos hizo sentir. Aunque lo sigamos teniendo, porque no hace falta perderlo físicamente, sino dejar ir nuestras expectativas y cambiar nuestra percepción. Pensando que mañana puede o no estar, o que puede o no suceder.
Por lo tanto, ríndete a lo que es. Di sí a la vida, y observa cómo la vida de repente comienza a trabajar para ti en lugar de en tu contra.

Life & emotional coach. Apasionado de la vida y de la evolución personal. Porque ser uno más es ser uno menos…
Es perfecto… es lo que vivo… qué difícil conseguirlo… gracias por tus artículos… son un motor increíble… sigo aprendiendo…
Si Susana, es difícil, pero es necesario para una correcta armonía emocional… Un método que me ayuda a mi es respirar y centrarme en el presente. Cuando llevo mi atención a la respiración, me doy cuenta, aunque sea por unos segundos ,que estoy desapegado de todo y que estoy sereno. Gracias por tu comentario 🙂
Cada vez que te leo es como un regalo que me envías
Tus palabras son las adecuadas en cada momento
Gracias por enviármelas !!
La aceptación es para mí,mi asignatura pendiente , que va desde aceptarme, a aceptar todo lo que me va pasando y gracias a estas lecturas poco a poco me veo entrando en el camino correcto
☺️
Gracias por tus palabras Elliot. La aceptación es el camino más corto para la liberación. Sigue así!!!