Cuando el poeta romano Horacio escribió la frase «Carpe diem quam minimum credula postero» (Aprovecha el día, no confíes en mañana), seguramente tenía en mente una idea diferente de la que, hoy en día, consideran algunas personas.
Cuántas veces hemos escuchado esta expresión, e incluso la hemos utilizado, pensando en una persona atrevida que sabe vivir la vida, que aprovecha el momento y que actúa sin pensar en el mañana porque la vida es hoy. Posiblemente muchas.
Pero vivir el momento, ese Carpe Diem, que tantas emociones provoca, y que nos empuja a aprovechar el presente, conlleva una filosofía de vida que puede ser la cara pero también la cruz, si no es bien entendida.
¿Por qué la expresión Carpe Diem puede significar vivir el momento en sentidos opuestos?
Por un lado, se le atribuye un significado de apreciar el valor de la vida. De aprovechar cada momento conscientemente. Vivir intensamente. Cada minuto es un regalo y por ello no debemos dejar pasar el tiempo sin hacer cosas importantes para nosotros, ya que sería desperdiciarlo. Se trata, al fin y al cabo, de hacer lo que de verdad nos llene. De ser libres y, en definitiva, de hacer aquello que sentimos como auténtico. Algo realmente valioso. Es el paradigma del «Flow» o estado de flujo de Mihály Csíkszentmihályi.
Pero por el otro, puede referirse a disfrutar de los placeres de la vida sin pensar en el futuro, desde un enfoque individualista. Que no deja de ser egoísta.
No pensar, dejarse llevar, evadirse… no hacernos responsables de nuestras vidas, ni tampoco del mundo que dejamos.
El camino no es de autodescubrimiento interior sino de disfrute inmediato, sin pensar en el futuro. Hablaríamos de un mañana que no podemos conocer y, por lo tanto, no nos importa. Es el Carpe Diem sin responsabilidad.
La gente vulgar sólo piensa en pasar el tiempo; el que tiene talento en aprovecharlo (Arthur Schopenhauer)
Y sí, hay que vivir el momento, pero pensado en las consecuencias. Porque éstas vendrán y no todos estamos dispuestos a asumirlas. Disfrutar hoy, no significa vivir el momento a tope, sin pensar (ni sentir). No es huir de la realidad para no asumir nuestro vacío interior. Vivir así tiene consecuencias.
Vivir así te lleva a levantarte en cama ajena maldiciendo las 3 copas de ayer noche y preguntándote quién es esa persona que tienes al lado. Queriendo salir corriendo de ahí… Vivir así es estar en paro y pensar que de aquí a 6 meses, cuando se te acabe el desempleo, ya buscarás trabajo de lo tuyo porque «tú lo vales». Vivir así es disfrutar de tus fines de semanas sin límite, hasta las tantas y a topo trapo, porque el lunes sabes que tienes que volver a trabajar, a un trabajo que no te llena, y con el que llegas a casa todos los días enfadado. Sin pensar en buscar tu verdadera pasión…
Ese Carpe Diem, irresponsable, te puede llevar a inventar un mundo irreal basado en el placer inmediato. Es el paradigma donde prima el HACER y el TENER, frente al SER y el SENTIR. Un mundo egoísta, utilitarista, sin empatía, y con fecha de caducidad. Es el Carpe Diem 2.0, el del arrepentimiento posterior y el de la frustración diferida.
La diferencia entre ambos es sutil, pero fácil de entender.
El primero, el verdadero, lleva implícito un POR QUÉ y, sobretodo, un PARA QUÉ. Es fluir conscientemente con tu propósito.
Carpe Diem es vivir de acuerdo con tus valores, desde la coherencia, y disfrutar ese momento desde tu esencia.
Porque estar vivo no es vivir a tope.
Es gozar del presente, apostando por un estilo de vida sencillo, optando por disfrutar desde el SER en lugar del TENER. Vivir consciente para vivir mejor.
Es tener la oportunidad de buscar esa vida auténtica. Una vida sin máscaras, sin miedos y sin mirar hacia otro lado alejándonos de nosotros mismos, porque lo que somos y lo que nos rodea no nos gusta. Los miedos están para saber convivir con ellos, no para hacer como si no existieran.
Como recordaba el profesor John Keating (Robin Williams) en la película «el Club de los Poetas Muertos«, Carpe Diem es aprovechar cada día para hacer algo extraordinario.
Carpe Diem. Porque somos alimentos para gusanos, señores. Porque aunque no lo crean, un día todos los que estamos en esta sala dejaremos de respirar. Nos pondremos fríos y moriremos. Aprovechen el día, muchachos. Hagan que sus vidas sean extraordinarias.
El Carpe Diem, por tanto, hay que utilizarlo para intentar conseguir tener una vida extraordinaria. No para intentar olvidarnos de todo lo que nos pasa en ella.
¿Te atreves a vivir ese Carpe Diem responsable? ¿Te atreves a fluir conscientemente?

Life & emotional coach. Apasionado de la vida y de la evolución personal. Porque ser uno más es ser uno menos…
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