Hoy en día, vemos, ojeamos, observamos pero no nos paramos a mirar.
Y es que tenemos demasiada prisa. Hay demasiado que hacer y tan poco tiempo, que nuestra perspectiva se va reduciendo hasta convertir el presente en una fotocopia del ayer. Tan sólo levantamos la mirada para testificar lo que ya conocemos. No miramos para transformar, ni tampoco para jugar.
Nuestra visión no debería depender exclusivamente de los ojos. Deberíamos de trabajar y cultivar la manera de apreciar cada momento que respiramos como algo maravilloso. Sin embargo, a la gran mayoría, se nos pasa desapercibido en multitud de ocasiones.
Según la RAE , Mirar (detener la mirada, fijarse) no es lo mismo que Ver (pasar la vista por encima). Es mucho más grandioso. Es la puerta de entrada al mundo que nos rodea. Es la manera desde la que nos relacionamos con los acontecimientos que la vida nos ofrece.
Lo que nos hace personas no es el tener dos ojos que ven, sino nuestra forma de mirar
Y es que mirar es ponerse en contacto con la corriente oculta de las cosas. Mirar es vivir con el alma despierta, asomada al cuerpo, conectada al instante. No es ver los mensajes del whatsapp, las últimas novedades del Zara, o a la señora de la cola del super.
Es contemplar un abuelo al sol en su banco, una sonrisa de niño, las hojas en movimiento de los arboles, el azul del cielo o el verde del mar, la lluvia que moja, el sol que brilla.. en definitiva, admirar un mundo que no reduzca nuestra óptica de belleza a algo «estático«.
El mundo no es otra cosa que un momento. Y ese momento pasa delante de ti en forma de vivencia: una palabra, una sonrisa, una sensación, una mirada. Si por cualquier motivo se te escapa, has dejado de vivir. Porque sólo vives cuando te vives, cuando tus sentidos están despiertos, cuando te asomas con toda tu conciencia a la ventana del ser.
Es cuando te atreves a mirar más allá de tus creencias. Cuando te atreves a preguntarle a la vida con ojos de niño o de poeta.
Porque mirar, al fin y al cabo, es estar dotados de sensibilidad para ser capaces de conmovernos con tantos “milagros” que a diario nos rodean.
Todos tenemos la capacidad de mirar. Tú al igual que yo. Pero no la practicamos lo suficiente. Y admiramos a la gente que sí es capaz. Porque los que ven la luz, transmiten luz. Porque mirar, es ser.
Son esas personas que tienen un brillo diferente en los ojos, que una vez te miran y te sonríen, te encandilan y llenan la sala de luz. Dejan huella allí por donde pasan, porque son genuinas y auténticas, y eso marca la diferencia.
Tienen una percepción tan agudizada y sensibilizada, que son capaces de distinguir y disfrutar de la diferencia entro lo natural y lo extraordinario.
Personas, cuya mirada desprende brillo, derraman alegría cuando las miras, ves belleza en su corazón. Son los que van por la vida con los ojos abiertos, en actitud de búsqueda de otras miradas, sin esa represión de la ternura espontánea y sin esa desconfianza en el amor.
Miradas con las que si te cruzas, sugieren muchas cosas, a veces, demasiadas. Fugaces, penetrantes, magnéticas, tímidas o junto a una sonrisa ruborizada. Miradas que no necesitan palabras, que lo dicen todo. Que hablan por sí solas, diciendo lo mismo que aquel día en que os conocisteis. Miradas que, quizás, no estabas preparado para encontrarte.
La mirada es un puente entre dos almas.
Brillantes, expresivas, preciosas e intensas… profundamente inevitables. Y por ser inevitables, quizás, deberían dejarse que ocurrieran.
Ese quiero y no puedo… O quiero pero no debo…
Yo, al igual que tú, soy capaz de sentir la fuerza de esa mirada y conmoverme. A veces, pienso en cuantas de estas miradas pasan diariamente a mi lado y me las estoy perdiendo. No por no buscar, sino porque no estamos entrenados para percibirlas.
Si quieres disfrutarlas o, mejor aún, tener tú esa capacidad de brillar, escúchate. Conócete. Siéntete. Aprende a cultivar tu propia luz resolviendo tus oscuridades. Sé la luz, no la polilla. Mira a la vida de frente y ama. Porque la luz surge del amor hacia algo, hacia alguien y hacia todos. Y es que cuando brillas por dentro, iluminas por fuera.
Al igual que la luz ilumina una casa cuando las ventanas están abiertas, la luz sale de una persona cuando las puertas de su corazón no están cerradas.
Abramos nuestros ojos y encendámoslos para que proyecten toda la luz que llevamos dentro y no pase como con la vela que se enciende debajo de una cama, que no luce. Vayamos por la vida deslumbrando a los que nos rodean. ¿Te imaginas lo que sería un mundo así? En el que todo el mundo fuese con esa actitud…
Aprovecha esta semana para deslumbrarte con las luces de las miradas que tienes alrededor y que a lo mejor todavía no has percibido y para deslumbrar a los demás con la tuya.
Si quieres que alguien te escuche con el corazón, háblale con los ojos.
Porque una mirada, a veces, dice mas que mil palabras.

Life & emotional coach. Apasionado de la vida y de la evolución personal. Porque ser uno más es ser uno menos…
David serrano, te ADMIRO. y admiro tu manera de enseñarle al mundo estas claves tan bonitas y simples para VIVIR. gracias a gente como tu…. cada vez ser uno mas empieza a debatirse. un super abrazo chico
Guau Cynthia, preciosas palabras!!! Se nota que me «miras» con buenos ojos. 😉
Muchas gracias por tu comentario y no sé si tu consciente se ha dado cuenta que has puesto en mayúsculas ADMIRO y VIVIR, que aunque están separadas en el espacio, seguro que en tu interior están bien juntas. Felicidades y continua ADMIRANDO VIVIR. Un fuerte abrazo mpáthico