El ser humano es un animal social. Estamos hechos para estar acompañados.
Cuando somos pequeños nos “educan” para que creamos que hay una media naranja, una persona que nos completa. Una fórmula en la que somos dos personas pensando igual, actuando igual. Y nos enseñan que esto es lo que funciona.
Una vez leí una frase, atribuida a John Lennon, “Nos hicieron creer que cada uno de nosotros es la mitad de una naranja y que la vida sólo tiene sentido cuando encontramos la otra mitad. No nos contaron que ya nacemos enteros. Que nadie en la vida merece cargar con la responsabilidad de completar lo que nos falta«. Dicho o no, por John Lennon, es acertadísima.
Pero, nosotros, que hemos visto muchas veces El diario de Noah, nos emperramos en que no. En que somos la mitad de un todo, que necesitamos encontrar nuestra media naranja. Lo cual nos aboca, desde una edad bastante temprana, a buscar una persona que nos acompañe en el viaje.
Cuando somos adolescentes, las hormonas son las que rigen nuestras elecciones. Buscamos una persona que nos atraiga físicamente. El carácter, las cosas en común u otros factores que son importantes cuando somos adultos, quedan relegadas a un segundo plano. Son nuestros años de iniciación al sexo, de aprender cómo somos, qué somos y como vivimos las cosas.
En la adolescencia, nos enamoramos hasta los huesos (o creemos estarlo). Vivimos el amor de una manera, que pensamos que nunca más se volverá a repetir. De manera pasional. Sin medida. Desde los extremos.
Con un poco de mala suerte, mantenemos nuestras relaciones en otro tiempo adolescentes, con las personas adultas en las que nos convertimos.
Y somos felices. Y nos sentimos completos con nuestra “media naranja”.
Pero, hay una frontera, que suelen ser los 30, en la que hacemos un pequeño balance de las personas que somos. Qué hemos conseguido, qué tenemos y como somos.
Y aquí vienen los problemas. Descubrimos, que no somos las mismas personas que éramos, cuando el acné dominaba nuestras vidas. Las experiencias vitales, los viajes que hacemos, los estudios que realizamos o incluso los desengaños que sufrimos, nos curten y moldean.
Y, algunas veces, nos damos cuenta de que la persona con la que compartimos nuestra vida, ya no nos llena. No es una cuestión de que dejemos de quererla, es una cuestión de que la persona de la que nos enamoramos ya no existe. Porque al igual que nosotros hemos cambiado, nuestra pareja también lo ha hecho.
El verdadero amor no se reduce a lo físico ni a lo romántico, sino que es la aceptación de todo lo que el otro es, de lo que ha sido, de todo lo que será y, de todo lo que ya no es.
Otras veces, en un porcentaje pequeño de los casos, nuestra pareja, ha evolucionado al mismo ritmo que nosotros. Comparte nuestras inquietudes y sigue siendo esa persona que nos encandiló.
Pero cuando eso no pasa, hay que ser valientes. Valientes para tomar la decisión de no seguir con una persona, a la que queremos y por la que sentimos respeto, pero nada más. Es una de las decisiones más difíciles que tomaremos.
Será un punto de inflexión en nuestras vidas. Lo que supondrá la elección entre lo que queremos o lo que hemos sido hasta ahora. La persona de nuestro pasado o la de nuestro futuro.
Nuestra mente, asustada y acomodada, buscará excusas.
La zona de confort, hará su trabajo y no querrá que salgamos de todo lo que hasta ahora nos era conocido. Pero a pesar del miedo que supone, salir de nuestro circulo de seguridad, no debemos caer en estos argumentos.
El argumento que más nos diremos, será el que justificará el tiempo de relación “Es que llevamos diez años…”.
La habremos escuchado, probablemente infinitas veces. Nos escudamos en el tiempo, en que nos llevamos bien, en que sí que estamos enamorados y nos auto convencemos. Pero en nuestro interior sabemos que algo no va bien. Que hay algo que no encaja, que no nos convence. Y aun así, continuamos con nuestra vida, igual que hasta ahora.
Pero la vida, o el karma, siempre lo ponen todo en su sitio, más tarde o más temprano. Algo pasará y las circunstancias tomarán la decisión por nosotros. Y a parte de sentirnos mal por la etapa que se termina, nos sentiremos mal por como habrán pasado las cosas y por no ser nosotros los que lo hemos decidido.
Habrá un terremoto y nos costará volver a estabilizarnos. Pero ahí, sabremos cual es el rumbo que queremos seguir en la vida y la persona que realmente somos.
Hay que preferir a las personas que te acarician el alma en lugar de aquellos que sólo ocupan espacio.
Y entonces si podremos empezar a enamorarnos. De nosotros mismos. Y cuando estemos profundamente enamorados de nosotros podremos amar de verdad a alguien. Encontrar, esa persona por la que sintamos una atracción totalmente incontrolable. Algo que nos descoloque. Nos vuelva el estómago del revés y nos provoque una sensación de pérdida de control.
Seremos más maduros, más ricos emocionalmente y estaremos preparados para vivirlo de manera plena, sin necesidad de dramas y con más intensidad.
Por eso, hay que educar en el auto conocimiento. En el amor propio. En dejar que las cosas fluyan.
Centrémonos, en vivir, en estudiar, en ver mundo. En amar y ser amados pero sin ninguna atadura ya que estamos forjando nuestro carácter, nuestro yo futuro, nuestra persona adulta.
Y cuando seamos adultos, seremos esa naranja completa que siempre hemos sido. Llenos de pulpa y de mundo interior… y tendremos otra naranja a nuestro lado, igual de completa que nosotros.

Psicóloga y sexóloga en mis ratos libres… Coleccionista de experiencias. Porque una emoción vale más que mil palabras.
Me encanta el post Patricia, solo que en mi humilde experiencia el tema de las hormonas no aplica solo durante la adolescencia, je je je…;))
Creo que tiene mucho que ver con el carácter y el grado de madurez emocional, independientemente de la edad.
Gracias por leernos!
Si, es cierto que lo de las hormonas tiene mas que ver con la madurez emocional y las experiencias que vivimos que no con la edad.
Aunque en la adolescencia, todos nos dejamos llevar mas por las hormonas porque no tenemos una madurez emocional. Cuando somos adultos, se nos presupone maduros, unos mas que otros 😉
Pero eso es asunto de otro post a parte 😀 😀
De nuevo gracias por leernos y comentar!!!