No es cuanto tienes, sino cuanto valoras

felicidad

Parece ser más fácil amargarnos la vida que disfrutar un simple momento. La mayoría de veces lo tenemos todo y no nos damos cuenta. Somos incapaces de apreciarlo.

Y es que le damos importancia a lo que no es importante. Estamos enfocados en lo que no tenemos, en lo que nos falta, sin saber que eso es lo que seguiremos atrayendo. Porque como dice la ley de la atracción, en lo que te enfocas se expande.

El Ego del ser humano es insaciable: cuanto más tiene, más quiere. Y aunque la ambición llevada a la acción, en el buen sentido, nos empuja a buscar los caminos para obtener avances económicos, materiales, profesionales y personales, la mayoría de personas tendemos a enfocarnos en lo que todavía no tenemos, en vez de agradecer lo que sí es parte de nuestra realidad. Todo ello nos aporta ansiedad, angustia y hasta desesperación. La frustración se adueña de nuestras vidas.

Cuando imaginamos, vivimos más que cuando vivimos. Y cuando soñamos estamos más despiertos que cuando luchamos por estar despiertos. Y la vida no se sueña, la vida se vive.

Puedes ganar más dinero. O comprarte un Ferrari. Quizás hacerte famoso. O casarte. O incluso, hasta divorciarte. Pero, por mucho que tengas o hagas, si no tienes el control de tu vida, sino empiezas a controlar en lo que te enfocas, en encontrar el poder y el significado de tus acciones, lamento decirte que no encontrarás la felicidad soñada. Porque, al contrario del slogan de Expediente X, la verdad no está ahí fuera, sino dentro de cada uno.

Si con todo lo que tienes no eres feliz, con todo lo que te falta tampoco lo serás ( Erich Froom)

Y es que todo nuestro descontento por aquello de lo que carecemos procede de nuestra falta de gratitud por lo que tenemos.

Pensamos que ser felices es estar siempre arriba, en el punto álgido, cuando en realidad es cerrar los ojos y mirar cerca. Sobretodo, mirar dentro.

Y es que para ser feliz no se necesita absolutamente nada. El verbo necesitar es opuesto a la felicidad. Precisamente el deseo y la insatisfacción que nos conducen a necesitar constantemente son los motivos principales del sufrimiento humano, que nos separan de la felicidad. Para conocer la auténtica felicidad, no se necesita nada. Si se necesitara algo, sería sólo una cosa: dejar de necesitar.

Ni dinero, ni cosas materiales, ni posibles (o nuevas) parejas. Nada te puede traer más paz que tú mismo.

Te dejo una reflexión: ¿Qué quieres dar a la vida a cambio de lo que pides?

Porque para aspirar a algo, debes pagar un precio. Siempre. La vida sólo da lo que merecemos. ¿Más dinero en lugar de menos ocio? ¿Más sexo diferente en lugar de amor imperfecto?

No es cuanto tienes, sino cuánto valoras. Cuanto disfrutas y compartes con lo que tienes lo que te da felicidad. Como bien dijo San Agustín: “da lo que tienes para que merezcas recibir lo que te falta”.

Por tanto, tener menos nos permite ser más. No somos lo que tenemos ni tampoco lo que hacemos sino que somos lo que somos.

Porque a veces es necesario mirar adentro y quitar la paja para encontrar la aguja.

El ser humano feliz es aquel que siendo rey o campesino encuentra la paz en su hogar (Johann. W. Goethe)

Es necesario entender que en este momento, aquí y ahora tienes todo lo necesario para vivir la vida que sueñas, depende de ti verlo así, agradecer y seguir la búsqueda, la lucha, por todo lo que deseas. Como bien dicen: aprecia lo que tienes, antes de que el tiempo te enseñe a apreciar lo que tenías

Un regalo que no sabemos apreciar en algunos momentos, como si fuera algo obvio e infinito. Y es precisamente por eso, por lo que lo descuidamos con una facilidad sorprendente y pasmosa.

Es tachar los días del calendario y soplar velas de cumpleaños. Es correr detrás de autobuses que no esperan. Es levantarse temprano un día para hacer algo que te hace feliz. O toda la semana si hace falta. Es dar un abrazo tras un reencuentro, que puede ser eterno.

Deja, por tanto, el afán por lo que no tienes y crees que teniendo te hará feliz, y descubre la felicidad con lo poco, mucho, o nada que tengas. Porque no es lo que tienes en el bolsillo lo que te hace más rico, sino lo que llevas en el corazón.

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