Decía Rabindranath Tagore que “las palabras van al corazón, cuando han salido del corazón«.
Y es que en realidad existe un problema de comunicación. Nos hemos acostumbrado a hablar entre nosotros utilizando la boca, pero hemos dejado de lado el corazón.
Recuerdo que cuando éramos niños, nos enseñaron que había un emisor, un receptor y entre medias un mensaje. Que era un asunto lineal, como cuando arrancas una máquina y esperas, sin darle importancia, a que la lucecita esté en verde. Hoy, el problema, no es que no intercambiemos información, es que poca llega a conmovemos. No por dificultad, sino por falta de amor.
Comunicar no implica únicamente transmitir un mensaje -eso sería hablar-, sino adentrarse en el mundo de las emociones. Entender que una simple palabra puede transformarse en poesía, devenir en abrazo, o incluso convertirse en eternidad. De la misma manera, puede herir corazones, provocar un conflicto, o incluso separar territorios.
No son necesarias muchas palabras … Tal vez menos, pero más valientes, más arriesgadas. Las que se nos quedan en la punta de la lengua, las que suspiramos en silencio cada noche y callamos a gritos cada mañana. Las que se dicen mirando a los ojos y no a la pantalla. Las que diríamos si no tuviéramos miedo. Porque nos hemos acostumbrado a temer lo que nos dicen y a temer lo que decimos. Esas que no te atreves a decir a la cara y que te limitan la vida porque recortan lo que eres. Porque te las guardas, sin darte cuenta, de que guardándotelas estás llenando tu equipaje y perdiendo oportunidades….
Porque te esfuerzas más en que parezca que no te importan que en demostrar que sí… Y no es justo ni para tí ni para nadie.
Llegamos puntuales al trabajo y casi nunca llegamos a tiempo a un abrazo, a un ‘te quiero’ o a un ‘perdón’. – Nekane Gonzalez
Piénsalo. ¿Cuántas veces sientes lo que dices?
Y no me refiero únicamente a hablar de sentimientos -que sería el primer paso- sino conectar con nuestro estado emocional. Darnos cuenta qué emociones estamos sintiendo mientras hablamos y qué energía estamos transmitiendo. Porque cuando sientes odio, vibras bajo; cuando sientes miedo, transmites carencia; y cuando sientes pereza, proyectas muy poco. Da igual que lo intentes enmascarar a través de las palabras, recuerda que todo mensaje se complementa con gestos, posturas e incluso silencios – el llamado lenguaje no verbal – y, si todo no va en concordancia, no serás creíble. Te va a delatar el brillo de tus ojos, a pesar de los «no pasa nada» o «estoy bien».
Vivimos en una época donde se miente mucho y se siente poco. Y debería ser al revés…
Tal vez todo parte de uno mismo y de las palabras que elegimos decirnos en primer lugar. Estamos tan acostumbrados a utilizar un lenguaje negativo, limitante y dañino con nosotros mismos, que escuchar esas mismas palabras en otras bocas, supone una palanca para remover nuestras entrañas. No por lo que dicen, sino porque simplemente te recuerdan a ti.
Como sabes, todo parte de dentro hacia afuera. Todo lo que ves, todo eso de fuera, es una proyección de tu mente… Por eso te hablan como te hablas.
En cualquier caso, creo que es necesario comprender que una buena comunicación va más allá del mensaje, la recepción, o del contenido. Es igual de importante el «qué» se dice que el «cómo» se dice. Así, una pequeña palabra de cariño, puede reducir distancias a pasos agigantados. Porque a la gente, primero se la conmueve por el corazón y sólo después se la convence por la cabeza. El simple acto de agradecer, saludar o felicitar supone un gesto que mejora tu mundo. No sabes el poder que tiene un «¡Gracias!», un «¡Disculpa!», o un «Por favor».
Reflexiona antes sobre lo que vas a decir. Sí, parece obvio, pero muy poca gente lo hace. Estamos tan acostumbrados a ir tan rápido por la vida, que se nos ha contagiado la lengua. Como ya nos proponía Sócrates hace siglos … «antes de hablar, pregúntate si lo que vas a decir es verdad, si es útil y si no daña a nadie. En caso contrario, no vale la pena perturbar el silencio«. Actualizado al mundo 2.0 sería algo parecido a:
Para finalizar, y dada la situación política y social actual, me gustaría añadir unas humildes palabras, y que espero te hagan reflexionar:
Todo tipo de comunicación te define como persona. Tus valores, tu capacidad de empatía, tu respeto y tu asertividad es lo que refleja tu identidad como persona. Y es lo que vas a dejar en la memoria de los demás. Las palabras que decimos demuestran el corazón que tenemos.
Lo estamos viendo en estos momentos confusos y desafiantes… Pedimos diálogo, justicia, cárcel o libertad por un lado, mientras que por otro, lanzamos mensajes de odio a unos u otros a través de las redes sociales, en la calle o entre amigos. Y cuando todo vale, todo deja de valer …
Escucha bien a quién juzga, porque en realidad se está describiendo a sí mismo.
Deberíamos hacer autocrítica y una profunda autorreflexión para recordar que, más allá de posicionamientos, aquello donde ponemos la atención, crece. Que el odio engendra odio, que el ego vive separando, nunca uniendo; esclavizando, nunca liberando; acumulando y nunca compartiendo. Por lo tanto, no creas que es casual lo que acontece, sino causal a lo que somos como individuos y como sociedad. Da ejemplo y respeta a todos. Haz que tu vida sea un mensaje, y no que un mensaje sea una proyección de tu vida…
Se nos dio el don de la palabra para unir corazones, no para separar almas.

Life & emotional coach. Apasionado de la vida y de la evolución personal. Porque ser uno más es ser uno menos…
Difícil…. francamente difícil… pensar… ejercicio que rara vez hacemos…. sentir… ejercicio que solo hacemos para reivindicar nuestro ego…. decir… ejercicio que hacemos para imponernos…. hablar desde el corazón ni te cuento lo surrealista que es…. y lo importante que es todo eso… me encanta como siempre… motivador para crecer si uno quiere…. si es responsable… gracias por comunicar tan bien!
Gracias a ti Susana por tu comentario!!! La verdad es que si somos coherentes y lo que pensamos, sentimos, decimos y hacemos están en armonía , el crecimiento está asegurado.. Es difícil, lo sé, pero no imposible. Un fuerte abrazo.