Vivimos en la época del postureo. Vidas perfectas mostradas en las redes sociales. Es el mundo ideal. Puestas de sol espectaculares, gintonics acompañados de sonrisas profident, y fiestas y conciertos increíbles. Vemos cenas gourmet, viajes de ensueño y selfies por todos lados. Es como el final del cuento en el que todos son felices, sólo que faltan las perdices.
Es vivir de cara a la galería. Siempre. En todo lugar y a todas horas. ¿Lo más curioso? Todos jugamos hoy en día al postureo. No escapa nadie. Ese es el poder de las redes sociales y de la sociedad actual. Actuamos sin «filtro».
Adoramos la nueva cultura del envase, del wannabe (querer ser) , donde las pestañas importan más que las miradas, las bodas más que el amor y la ropa más que el alma.
El problema de fondo viene de nuestra infancia. Nuestra generación ha sido educada desde la ambición y la competividad. Y mientras que nuestros padres se conformaban con ir a ver películas al cine, nuestra generación quiere ser la estrella de la película. Buscamos los aplausos. No nos importa el guión, ni la calidad de la cinta, sólo queremos desfilar por la alfombra roja. Aunque sea a base de efectos especiales.
Porque lo importante no es SER sino TENER o APARENTAR.
Y aparentar sólo puede traer frustración. Conlleva una dependencia de la aprobación social. Buscar esa aprobación y reconocimiento en los demás viene propiciado por la inseguridad y la falta de autoestima. Por eso nos gastamos una pasta en la dentadura, nos ponemos más pecho, tomamos anabolizantes para mostrar músculo o nos tostamos al sol aunque sea artificial. Y cuando la autoestima depende del número de likes o de fans, quizás sea el momento de replantearse las cosas.
Hasta las vidas aparentemente perfectas tienen algún agujero por donde entra el agua.
Como decía Coco Chanel, «no es la apariencia, es la esencia, no es el dinero, es la educación y no es la ropa, es la clase». Y eso tiene más de SER que de PARECER.
No nos vamos a engañar, como seres sociales que somos, una de nuestras grandes preocupaciones es la de caer bien, ser aceptados. Todos buscamos cierto reconocimiento e intentamos crear la mejor imagen que queremos proyectar de nosotros mismos. Esto no es nada malo.
Pero cuando el juego se convierte en adicción, y dejamos de ser auténticos para esperar reconocimiento continuo, éste, al final, se convierte en una necesidad vital. Es una adicción narcisista creada desde la falsedad.
Pretender ser lo que no eres sólo empeora lo que sí eres. Y es que necesitar la admiración externa de tu físico o de tu vida (a través de likes o follows) conlleva también el miedo a las críticas. No puede haber una cosa sin la otra. Deberíamos tener cuidado con preguntarle al espejito mágico 2.0 «quién es entre todas las damas de este reino la más hermosa» porque podría contestarnos Blancanieves y tener que «comernos la manzana».
Si Twitter te hace creer que eres sabio, Instagram que eres fotógrafo y Facebook que tienes amigos el despertar va a ser muy duro – J.F. Leroy.
Por otro lado, nuestras vidas no son sólo lo que mostramos en nuestros perfiles. El día tiene 24 horas y no siempre tenemos una sonrisa en la boca. También tenemos preocupaciones, problemas económicos, emocionales, laborales… y en ocasiones somos infelices. Y eso no lo publicamos a los cuatro vientos. Eso también forma parte del catálogo de nuestra vida y sin embargo los «filtramos». Aplicamos Photoshop a esos momentos de tristeza, soledad y vacío.
Aquél que sólo demuestra en sus estados momentos alegres y felices, no está mostrando toda la realidad, porque la vida de todos los seres humanos, tiene momentos felices y menos felices. Nadie tiene una vida perfecta, independientemente de sus sonrisas en las fotos de Instagram. Ni siquiera las celebrities.
He aquí un video de ejemplo muy ilustrativo:
Nadie es tan guapo como en su Instagram ni tan feo como en su foto de DNI. Ni la vida de tus «conocidos» en las redes sociales es más interesante y guay que la tuya. Por tanto, haz like con tu vida y vívela como a tí te guste, honestamente, y sin compararte con el resto.
No nos convirtamos en prisioneros de nuestro propio personaje, actuemos siempre desde la honestidad, sin perder nuestra propia identidad, eligiendo vivir la vida de manera espontánea y por supuesto, sin olvidarnos de disfrutar del día a día, aunque no haya foto, ni alfombra, ni premiere.
Menos likes y más life. Menos postureo y más posturas (del Kamasutra).

Life & emotional coach. Apasionado de la vida y de la evolución personal. Porque ser uno más es ser uno menos…
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