Hay días grises, lluviosos, oscuros.
Esos días empapados de añoranza de tiempos mejores, en que respirar te duele, y el alma te pesa. Momentos de nostalgia de seres queridos que se fueron de nuestro lado. Unos sin querer, otros por decisión propia. Estos últimos son, tal vez, los que más duelen, porque tomaron voluntariamente el camino que les alejaba de nosotros al descubrir que, quizás, ya no éramos importantes en sus vidas.
En toda partida, hay razones que el corazón no entiende. Y a veces no las ves, aunque las busques. Otras, las intuyes aunque te empeñes en no mirarlas: miedo, rabia, hastío, deseo (por otra persona), orgullo o desilusión. Tanto da el motivo, si acertado o equivocado, el hecho es que, esa persona ya no está, se fue.
Lo que hay que entender, es que quien se va, ya se había ido antes. Posiblemente no físicamente, pero sí en su imaginación, porque nadie se va conscientemente si no quiere irse.

Life & emotional coach. Apasionado de la vida y de la evolución personal. Porque ser uno más es ser uno menos…