Todo empezó el día que comprendí que mi único enemigo era yo mismo.
Aquel día donde, sin esperarlo, decidí hacerme responsable de mis demonios, de mis sombras. De dejar de querer cambiar lo de fuera, cuando lo que debía cambiar era lo de dentro. Que la única manera de ganar era no jugar. Me di cuenta de que nada podía llenar el vacío de alguien que no se quiere a sí mismo. Y, aunque me refugiaba en abrazos externos que calmaban mi sed de amor, no eran de mi talla. Me venían grandes porque yo me había hecho pequeño.
Comprendí que sólo de mí dependía mi propia felicidad. No necesitaba a nadie para ser feliz, pero que, sin embargo, sólo cuando compartes, te sientes más grande. Más pleno. Entendí que, aunque me hubieran destrozado el corazón y el alma, estaba exactamente donde tenía que estar y que había pasado justo lo que debía de pasar para mi evolución.

Life & emotional coach. Apasionado de la vida y de la evolución personal. Porque ser uno más es ser uno menos…