¿Qué es la felicidad? Es la pregunta que, el ser humano, se ha intentado responder, desde que el mundo es mundo.
Cuando somos pequeños, vivimos en un continuo estado de felicidad relativa. Aunque eso sólo lo comprendemos cuando somos mayores. No trabajamos, no tenemos obligaciones, sólo nos provoca infelicidad las riñas de nuestra madre o ese capricho que no podemos tener.
A medida que vamos creciendo, van cambiando nuestras prioridades y vamos cambiando nuestra percepción de lo que es ser felices. Es terminar de estudiar, irnos de fiesta o tener una moto. En la edad adulta, son las vacaciones, salir a cenar con nuestra pareja o amigos…
Así, mientras vamos cambiando “nuestras razones» para ser feliz, vemos con otros ojos lo que en otra etapa de nuestra vida fue ser feliz o lo que nos hacia infelices.
Cuando somos adultos y nos faltan nuestros padres, se nos antojan felices (y hasta las echamos de menos!) las riñas de nuestras madres cuando éramos pequeños o lo que de adolescentes nos parece un fastidio, como dedicarse a estudiar viviendo en casa de los padres, sin grandes preocupaciones, nos parece la mejor de las situaciones.
La felicidad, por tanto, no es absoluta. No podemos ser felices al cien por cien (Aldous Huxley estaría orgulloso de mí). Siempre hay algo que falta o que nos contraria.

Psicóloga y sexóloga en mis ratos libres… Coleccionista de experiencias. Porque una emoción vale más que mil palabras.